La encuesta de casi siempre. ¿Quién es tu ídolo académico? O para los que ya vamos creciendo: ¿quién era tu ídolo cuando eras chico?
Las respuestas, salvo excepciones, suelen ser las de siempre: más allá de Pizzuti, Corbatta, Perfumo, el Chango, el Coco y tantos más de época, los niños de los ochenta van con Colombatti o Ruben Paz, quien repite en los noventa junto al Turco García o el Mago Capria. Los más cercanos ya entran en la dupla Milito-Licha López. Los básicos, claro. Algún arquero se copa con Saja o Fillol, los raspadores se animan a Costas, y ni hablar Mostaza.
Algunos pocos nombran de entrada a un gran valor al que le tenemos un enorme cariño pero no nos animamos tanto a subirlo un escalón más hacia aquel tan endiosado pedestal. Aquel que creció como un verdadero hijo de Tita (aunque aún no existía el predio como tal), que debutó en momentos turbulentos y sufrió los tiempos de quiebra, de riesgo de desaparición y comienzos de una Sociedad Anónima. Aquel que con 22 años recién cumplidos se guardó a la gente en el bolsillo tras brillar con un doblete ante River para cortar una racha de 26 años sin triunfos en el monumental.
Aquel que nos hacía deleitar con sus morisquetas, con sus provocaciones a los rivales. Ese que lograba, como muy pocos pueden, ser amado por sus hinchas y odiado por todos los demás. El que se iba de mambo, para bien y para mal. El que se consagró como figura de un campeón histórico en 2001 siendo el goleador del equipo y uno de los máximos exponentes.
Aquel que se fue y volvió, se fue y volvió, se fue y quiso volver y no pudo. Y en una de sus vueltas se volvió a bancar otra de las malas: la promoción del 2008 contra Belgrano. Encima sufriendo desde el banco. Pero por suerte volvió nuevamente, ya no como jugador pero siempre del lado de Racing.
Con sus goles, sus pases, sus corridas, sus locuras, sus berrinches, sus logros y sus sufrimientos, el Chanchi Estévez sin dudas es un ídolo de Racing Club. Un ídolo no tan idolatrado. Tal vez deberíamos pensarlo más rápido cuando intentamos recordar nuestras máximas glorias y no esperar tantos nombres antes hasta llegar a él.
¡Feliz cumple, Chanchi!
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